PATOLOGÍAS NARCISISTAS

viernes, 20 de noviembre de 2009

Estas patologías narcisista no psicóticas, existieron desde siempre. Con la notable reducción de las grandes histerias a las lesiones funcionales simbólicas, se ha perdido una gran cantidad de fenómenos intra -analíticos.
Se trata de patologías “sin límites”, o “border”, o “como sí”.
Winnicot llamaba a estos pacientes “pacientes de sostén” o “holding”, se trata según él de “Hacer el caso a la vida”. El “holding”, es la posibilidad en estos pacientes, regresivos, infantiles, demandantes, desanimados y desanimantes, de sostener y soportar un lugar posible para que se despliegue.
Freud nos enseñó que la “neurosis” era el resultado del conflicto entre el yo y el ello, en relación al superyó. En la “psicosis” el conflicto se entablaba entre el yo y la realidad. Es sobre este borde de pura realidad que encontramos en las “patologías narcisista” su mundo en conflicto, su ser en conflicto.



CARACTERÍSTICAS DEL PACIENTE:

• Hay una hiperconsistencia de la anécdota cotidiana, que no puede ser atravesada, porque no pueden separarse de esta “realidad real”, siempre igual significada y causa de su surgimiento.
• El yo está en peligro, sufre una amenaza de desorganización. Llegan entonces al tratamiento porque sencillamente así no pueden seguir viviendo.
• Hay un sentimiento de validez, e inautenticidad que se les vuelve Insoportable.
• Su implicancia en su tratamiento es prácticamente nula y este trabajo es muy largo.
• Pequeñas situaciones se convierten en pesadilla, porque el paciente no logra salir de su confusión. Hasta que los objetos devienen internos, en tanto el mundo” interior” indiscriminado del “exterior”.
• Estos pacientes traen y exhiben múltiples quejas: depresión sutil pero penetrante con intensos sentimientos de vacío e inautenticidad.
• Presentan sentimientos de irrealidad, realizan sus tareas sin entusiasmo, se dejan llevar por la rutina y aparecen desvitalizados, como desprovistos de energía propia.
• Se alivian cuando hacen transferencia y se intensifica su malestar, si ésta sufre perturbaciones.
• La ausencia o presencia de aprobación los marca en su vida, porque son incapaces de regular autónomamente su autoestima.
• Los síntomas no están establecidos de entrada, hay gran variabilidad y alternancia sintomatológica y la misma es transferida al campo del análisis.
• Pueden presentarse con angustia desbordante, que no puede su ser, sistematizar en objetos o personas. La angustia frecuentemente invade al yo, a su relación con la realidad y lo invalida. Este tipo de angustia confusional, paranoide, y desorganizativa o paralizante, se entiende, porque este tipo de pacientes suele tener una mala organización de la angustia señal, como angustia útil.
• El paciente aparece con efectos no significados en el discurso, las mociones pulsionales, aparecen en forma masiva brutal o invasora.
• Compulsiones diversas o inmovilidad, suelen ser problemas clínicos importantes en la primera época, por eso aparecen vulnerables, proclives a la confusión y a la desorganización.
• La depresión se presenta como: una inhibición en la relación con la realidad, o como un desinterés por circular en un medio que los agota por la exigencia libidinal que les impone.
• Otras veces se presentan con un cuadro maníaco. Control, triunfo y desprecio, se presentan en la relación con el otro, mostrando los reclamos de su yo megalómano.
• Es tanto fuente de agravios como de desilusión. Esto marca la angustia como amenaza de desorganización, vivencias paranoides, temor a quedar alienados en el otro. Pasan de una total dependencia a la prescindibilidad más extrema.
• Esta gran pulsionalidad implica los riesgos, siempre presente de un pasaje al acto, de somatizaciones severas, o de locura. Si el paciente sufre disociaciones muy intensas, hay una falla de poder inscribir lo que está aconteciendo.

EL TRABAJO DEL ANALISTA EN ESTAS PATOLOGÍAS:

• Se plantea un problema, desde la teoría de la clínica: debemos entender al paciente, no sólo en términos de neurosis, psicosis y perversiones. Este tipo de pacientes constituyen una experiencia clínica menos confortable, porque se resisten a ubicarse dentro de esos cuadros.
• Hay una necesidad de desalojar ciertas barreras en nuestro trabajo cotidiano, así como nos llama a aceptar un lugar diferente como analistas y desde nuestro ser más íntimos.
• Se intenta empujar los límites de la analizabilidad de los pacientes que llegan a nuestro consultorio.
• Debemos involucrarnos de otra manera, por el monto de sufrimiento que puede estar de entrada en el contenido manifiesto, y el despliegue de transferencia en juego (demandantes, dependientes, depresivos, inseguros) o por encontrarse disociado adquiriendo el paciente características singulares (omnipotente y retador, o des confiado y esquivo).
• Es un procesamiento que va de la mano, de lo que podemos llamar la “interiorización del conflicto”. Así el conflicto devendría psíquico, interno, y nos habilitaría para trabajar a partir de estos síntomas, lapsus y sueños como formaciones del inconsciente. Hasta que esto ocurra, el monto del sufrimiento y de procesamiento del mismo será predominantemente en la escena de la transferencia.
• El analista será implicado de continuo y sometido a control, generalmente agobiante y presionante.
• Los intentos de ir entendiendo lo que ocurre en la hora de análisis son resistidos, y varias veces provocan rechazo y enojo. Por eso se nos impone el ayudarlos a poder internalizar, para poder analizarlo.
• En estas patologías graves, el analista es requerido de “estar ahí” y no ser una mera presencia, no hay posibilidades de silencio prolongados, ni de abstinencias obsesivas.
• Debemos tener en cuenta la investigación semiológica del paciente cuando se presenta a la consulta.
• A veces requiere el analista una cuota de paciencia y de cuidado hasta encontrar un tratamiento adecuado.
• Los objetos y el tipo de vínculo que con ellos mantienen, esclarecer algunas direcciones primeras en el trabajo.
• Es un “estatuto del ser” lesionado; hay que realizarle un lugar, para que entre en el juego del análisis, el cual no podrá ser puesto en acto, sino a través del trabajo en transferencia.
• En un comienzo el analista se limita a ayudarle a “pensar”, a “poner palabras a lo que le sucede”, a cuidar lo que se llama “el encuadre”, su propio espacio y su propio tiempo
• En casos extremos es importante el trabajo sobre la pulsionalidad y las defensas que hacen impenetrable o vulnerable al paciente.
• Ante estas patologías inerciales, el analista es llamado a salir de su laberinto intelectual, atravesar tareas, que incluyen desciframiento, sostén, silencio e indagación de armados fantasmáticos. Supone una praxis creadora en un clima de libertad.

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